Muchas veces la mente se llena de preocupaciones: lo que pasó ayer, lo que puede ocurrir mañana, lo que aún no está resuelto. En medio de todo ese ruido, olvidamos algo tan simple como respirar con calma.
Hoy me detuve unos minutos para enfocarme solo en mi respiración. Inhalar, exhalar, sentir cómo el aire entraba y salía lentamente. Al hacerlo, noté que mi mente se aquietaba y que las emociones que me agitaban se volvían más manejables.
Respirar conscientemente no resuelve todos los problemas, pero sí nos devuelve al presente. Nos recuerda que aquí y ahora estamos vivos, y que podemos afrontar lo que venga paso a paso.
La ansiedad muchas veces nace de querer controlar lo que aún no llega. La respiración es un ancla que nos devuelve al momento presente, donde realmente ocurre la vida.
Hoy aprendí que cada respiración profunda es un recordatorio de que aún tenemos una oportunidad de empezar de nuevo.
