Muchas veces creemos que el ejercicio empieza y termina con movernos fuerte: correr, pedalear, levantar peso. Pero algo tan sencillo como estirarse cada día puede marcar una gran diferencia en cómo se siente nuestro cuerpo.
Hoy dediqué 10 minutos a estiramientos suaves después de mi rutina. Noté cómo mis músculos se relajaban y mi respiración se hacía más tranquila. Fue como darle un regalo al cuerpo después del esfuerzo.
Estirarse no solo mejora la flexibilidad, también ayuda a prevenir lesiones, disminuye la tensión acumulada y da una sensación de ligereza. Incluso en los días en que no hago ejercicio, unos minutos de estiramientos me ayudan a soltar el estrés y a empezar con más calma.
El cuerpo agradece esos pequeños gestos diarios. No hace falta hacer grandes rutinas: basta con movernos con conciencia y darle al cuerpo el espacio para renovarse.
Hoy confirmé que el estiramiento es un recordatorio sencillo de que debemos cuidar el cuerpo con amor, no con exigencia.