Durante mucho tiempo comí pensando solo en quitar el hambre. No prestaba atención a lo que ponía en mi plato, ni a cómo eso afectaba mi energía y mi bienestar. Hoy sé que la alimentación es mucho más que calorías: es el combustible que le damos a nuestro cuerpo para vivir mejor.
Esta mañana preparé un desayuno sencillo: avena cocida con plátano, un puñado de frutos secos y canela. No solo me llenó, sino que me dejó con energía estable durante horas. Me di cuenta de que cuando elijo alimentos frescos y naturales, mi cuerpo responde con más vitalidad y mi mente se siente más clara.
Comer saludable no significa hacer dietas extremas o prohibirnos todo lo que nos gusta. Significa encontrar un equilibrio donde los alimentos que elegimos nos den fuerza, salud y placer al mismo tiempo.
Cada comida es una oportunidad para cuidarnos. Y cuando entendemos eso, dejamos de comer por costumbre y empezamos a hacerlo con conciencia.
Nutrirnos bien es un acto de amor propio, y ese amor se refleja en cómo nos sentimos, cómo pensamos y cómo vivimos.