El cuerpo está hecho para moverse. Cuando pasamos demasiado tiempo sentados, no solo se resiente nuestra salud física, también nuestra mente se vuelve más pesada. Hoy, después de romper el ayuno, decidí dedicarme 35 minutos en la bicicleta estática, sin música, solo escuchando mi respiración y el sonido del pedaleo.
Al principio sentí las piernas pesadas, pero después de unos minutos, el ritmo se volvió más natural. Noté cómo mi corazón latía con fuerza, recordándome que está vivo y agradecido por el movimiento.
No necesitamos hacer rutinas extremas ni pasar horas en el gimnasio para sentir los beneficios del ejercicio. Una caminata, unos estiramientos o unos minutos de bicicleta pueden cambiar completamente cómo nos sentimos.
Mover el cuerpo es también una forma de decirle gracias: gracias por sostenerme, por acompañarme todos estos años y por seguir respondiendo cada vez que lo invito a activarse.
Cada paso, cada pedal, cada estiramiento es un recordatorio de que mientras podamos movernos, tenemos una herramienta poderosa para cuidar nuestra salud y nuestra alegría de vivir.