Durante mucho tiempo intenté controlar todo lo que pasaba a mi alrededor: las decisiones de otros, los resultados de mis esfuerzos, incluso situaciones que no dependían de mí. El resultado era siempre el mismo: ansiedad, frustración y cansancio.
Con el tiempo entendí que parte de la salud mental está en saber soltar. No significa rendirse ni dejar de luchar, sino aceptar con humildad que no todo depende de mí.
Hoy me repetí una frase que quiero llevar siempre conmigo: “Haz lo que puedas, entrega lo mejor de ti, y lo que esté fuera de tu alcance, confíalo a Dios”. Esa idea me libera de una carga enorme.
Soltar es confiar. Es elegir la paz en lugar de la obsesión. Es recordar que, aunque no controlo todo, sí puedo decidir cómo responder.
Aprender a soltar lo que no puedo controlar me ha dado más serenidad que cualquier logro. Es un camino que todavía recorro, pero cada día me siento más ligero.
