Durante años guardé muchas cosas para mí: preocupaciones, dolores, miedos. Pensaba que hablar de lo que sentía era mostrar debilidad. Con el tiempo descubrí que callar no me hacía fuerte, al contrario, me cargaba cada vez más hasta sentirme agotado.
Hoy entiendo que expresar lo que sentimos es un acto de sanidad. Hablar con alguien de confianza, escribir en un cuaderno o incluso orar en voz alta, ayuda a liberar la mente y a ordenar el corazón.
No se trata de que los demás nos den todas las respuestas, sino de compartir el peso para que no sea tan difícil de llevar. Muchas veces, al poner en palabras lo que llevamos dentro, encontramos claridad y hasta soluciones que no veíamos antes.
La salud mental necesita espacios de desahogo, y callar no siempre es la mejor opción. Hablar de lo que sentimos nos conecta con otros, nos recuerda que no estamos solos y que la vida se hace más ligera cuando se comparte.
Hoy confirmé que abrir el corazón no me hace débil, sino más humano